Aves exóticas, fascinación y terror de una práctica de siglos

Aves exóticas, fascinación y terror de una práctica de siglos

Coloridos y caprichosos plumajes y picos, cantos singulares, capacidad de interacción, atributos que las convierten en codiciados tesoros vivientes. 

Un tucán, una guacamaya, un pavo real, son aves extraordinarias, de gran colorido. Su particular plumaje o las formas y dimensiones de sus picos hacen que estas aves sean consideradas exóticas. Pero más allá de la fascinación que producen, es importante traer a colación la primera acepción que de la palabra exótico ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, que alude a la idea de alguien que procede de un lugar lejano, ajeno al lugar donde se le nombra como tal. Luego, en su segunda acepción, habla de “extraño, chocante, extravagante”.

Es importante manejar esa doble visión sobre este tipo de aves que durante siglos han fascinado a la especie humana, a tal punto que por su extraordinaria belleza suelen ser arrancadas de sus hábitat naturales, comercializadas ilegalmente y sometidas, la mayoría de las veces, a penosos cautiverios. Esta situación ha conllevado en muchos casos a la amenaza o al franco peligro de extinción de algunas de estas especies.

El considerarlas “trofeos”, esclavas de la codicia de nuestras miradas, tiene sin dudas connotaciones antropocéntricas que obligan a una reflexión en torno a este afán posesivo, sin importar el riesgo que ello implique para la existencia misma de aquello que deseamos. Esta paradoja es expresión de una banal relación con lo natural: amamos la naturaleza por fragmentos, sin importar que con nuestra actitud y visión la destruyamos progresivamente.

En un sitio web que no oculta su inclinación al sometimiento de estas especies, se dice que “un ave exótica llena el hogar de color y alegría. En contra de lo que creen la mayoría de las personas, son mascotas muy cariñosas e inteligentes que agradecen los cuidados que se les dispensa y que saben corresponder de manera muy especial a su amo”. Muchas de estas aves escapan y si bien no pueden regresar al lugar de donde fueron extraídas, por lo general selvas tropicales, al menos recuperan la capacidad de volar a su libre albedrío.

Publicaciones Similares