Antonio José de Sucre
Antonio José de Sucre nació en Cumaná, el 3 de febrero de 1795 y falleció en Colombia, el 4 de junio de 1830. Perteneciente a una familia patricia venezolana de larga tradición militar al servicio de la Corona española, sin embargo, su padre el teniente coronel Vicente Sucre y Urbaneja se unió a la causa emancipadora desde sus inicios.
Fue educado por su tío José Manuel. Estudió matemáticas y fortificaciones en la escuela de Ingenieros de Caracas en 1808. A los 15 años se alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participó en la campaña de Miranda en 1812 contra los realistas, durante la cual ascendió a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador, se refugió en la isla de Trinidad, donde entabló contacto con Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente.
Gracias a su valentía y a sus dotes para la guerra, ascendió a teniente coronel, y como tal tomó parte en la ofensiva sobre Caracas. Sin embargo, vencido su ejército en Aragua y Urica, debió huir para no ser apresado por los realistas. Integrado de nuevo en la lucha, en la segunda mitad de 1815, participó activamente en la defensa de Cartagena de Indias, desde donde pasó a combatir en la Guayana y el bajo Orinoco.
Siendo general de brigada en 1818, se marchó a Angostura, donde Simón Bolívar había instalado su cuartel general y organizaba la República. Allí se convirtió en uno de sus mejores lugartenientes y se ganó la confianza y el respeto del Libertador, quien destacó siempre sus dotes militares y su elevado sentido de la moralidad.
Enviado a las Antillas con la misión de obtener armas para el ejército, ingresó a su regreso en el estado mayor de Mariño, quien combatía en el Oriente venezolano; más tarde pasó al estado mayor de Bolívar y fue designado integrante de la comisión que firmó el armisticio y la regulación de la guerra de Santa Ana de Trujillo en 1820 con el general realista Pablo Morillo, por el que se pretendía evitar al máximo los efectos de la guerra sobre la población civil.
Al año siguiente, marchó al frente de un ejército en apoyo de la sublevación de Guayaquil, puerto al cual también arribaron tropas del general San Martín. Comenzó entonces la campaña de liberación de Ecuador, que tuvo su culminación en Pichincha, batalla librada en 1822.
Como lo expresa muy bien el historiador Tomás Polanco Alcántara, «el símbolo de la continuidad de Bolívar era Antonio José de Sucre. Paulatinamente, por su talento personal, por sus dotes intelectuales y por su espíritu altivo, digno y limpio, Sucre se fue convirtiendo en el complemento indispensable de Simón Bolívar. […] Respetado por los argentinos, los chilenos y los peruanos, admirado por los bolivianos y quiteños, sin enemigos en Venezuela y en la Nueva Granada y con todos sus antecedentes, Sucre estaba destinado a ser el natural sucesor de Bolívar».